Jaime Bayly inicia su programa informando sobre la décima embarcación hundida por Estados Unidos en aguas del Caribe Sur, que supuestamente transportaba drogas y resultó en la muerte de seis narcotraficantes, elevando el total a 43 muertes desde septiembre. Sin embargo, Bayly expresa su escepticismo sobre si todos eran realmente traficantes de drogas.
La noticia principal y más inquietante del día, según Bayly, es la orden del Secretario de Guerra de enviar el portaviones Gerald R. Ford, el más moderno y grande de EE.UU., a aguas del Caribe Sur, cerca de Venezuela. Este portaviones, con más de 5,000 marineros y capacidad para 75 aviones de combate (F/A-18), es una fuerza imponente. No obstante, Bayly señala que el Ford se encuentra actualmente frente a las costas de Croacia y tardará entre siete y diez días en llegar a su destino.
Esta demora genera dos hipótesis en Bayly:
Hipótesis oficial: El portaviones Ford es un elemento crucial en la futura operación aérea de bombardeos contra la dictadura venezolana. Su llegada permitirá disparar misiles tierra-aire, desplegar un gran número de aviones y sumar 5,000 marineros a los 10,000 ya desplegados en la flotilla de ocho buques de guerra y en Puerto Rico.
Hipótesis «maliciosa»: El anuncio público del envío del portaviones es una maniobra de despiste para engañar a la dictadura venezolana. Bayly compara esto con la táctica utilizada en el ataque a las plantas nucleares de Irán, donde se enviaron aviones en una dirección para desviar la atención mientras los verdaderos atacantes se dirigían desde otra. Sugiere que EE.UU. podría atacar Venezuela en los próximos siete días, antes de la llegada del Ford, para sorprender a un régimen que esperaría el ataque solo después de la llegada del portaviones.
Bayly reitera su creencia de que EE.UU. atacará militarmente a la dictadura venezolana y al Cártel de los Soles, pero descarta una invasión a gran escala con tropas en tierra. La gran duda, para él, sigue siendo si los misiles o drones de largo alcance apuntarán a objetivos específicos como Maduro y Cabello (lo que él cree que sería más efectivo) o a infraestructura de drogas del Cártel de los Soles y campamentos del ELN colombiano en Venezuela, tal como sugirió Juan González en un comentario anterior. Rechaza el argumento de un experto militar del Wall Street Journal que afirma que «dar de baja» a Maduro y Cabello es la parte más fácil de la operación, y que lo difícil es lo que vendría después (una posible desintegración de Venezuela en bandas armadas como en Libia). Bayly no cree en ese escenario de anarquía, argumentando que Venezuela ya tiene un «presidente legítimo y democrático» electo el 28 de julio de 2024, Edmundo Rosales Urrutia, quien esperaría asumir el poder.
Finalmente, Bayly aborda otras noticias. Reporta que la administración Trump, a través del Secretario del Tesoro, ha incluido al presidente colombiano Gustavo Petro, a su esposa, a su hijo y al ministro Benedetti en la Lista Clinton, asociándolos con el narcotráfico. Bayly considera esto una represalia y castigo vengativo de Trump contra Petro por ser un presidente «respondón» e «insolente» que le ha dicho «cosas subidas de tono» a Trump, calificándolo de «nazi» y «fascista». Cree que Trump, acostumbrado a insultar sin respuesta, busca «fumigar y aplastar» a quienes lo critican.
También menciona que Trump se enfadó por la difusión de un video antiguo de Ronald Reagan criticando los aranceles, una postura opuesta a la de Trump. El premier de Ontario, Doug Ford, difundió el video para mostrar que Trump no sigue el legado republicano de libre comercio. Trump reaccionó con amenazas de sanciones y represalias contra Canadá, cancelando negociaciones.
Para concluir, Bayly cuestiona la falta de pruebas por parte de la administración Trump sobre los hundimientos de las embarcaciones de drogas. Si afirman que los narcotraficantes eran venezolanos o colombianos, y que las lanchas transportaban cocaína, ¿por qué no muestran videos, audios o grabaciones que lo demuestren? Argumenta que los traficantes no hablarían explícitamente de «cocaína» o «narcotraficantes» en sus comunicaciones, sino que usarían códigos. Por tanto, la ausencia de pruebas públicas genera sospechas.
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